Nuestro Colegio

Iniciamos nuestra trayectoria en 1924 con la ilusión de formar personas. A través de un proceso de excelencia académica, el Corporativo de Colegios del Espíritu Santo asume el compromiso de acompañar a niños, adolescentes y jóvenes en la búsqueda de su sentido de vida.

A lo largo de estos 100 años, hemos crecido, transformado y nos hemos adaptado a distintas etapas y épocas. En este contexto, el Colegio Vallarta, ha sido un pilar fundamental en la formación educativa de la comunidad de Ciudad Satélite desde su apertura en 1960. Aunque no cuenta con un siglo de historia, su compromiso con la excelencia y la atención individualizada han dejado una huella significativa en la vida de sus estudiantes.

Hoy, nos enfrentamos a nuevos retos que nos llevan a seguir renovándonos y celebrar con orgullo el Centenario de los Colegios del Espíritu Santo

#SomosCES

Nuestros Fundadores

Nuestra historia comienza al conocerse dos grandes personas dedicadas a la vida religiosa, Madre Ana María Gómez Campos y Padre Félix de Jesús Rougier.

El Padre Félix de Jesús Rougier, invitó a la Madre Ana María Gómez a fundar la congregación religiosa de las Hijas del Espíritu Santo, con la Espiritualidad de la Cruz, y con el fin específico de promover la vocación sacerdotal entre los niños y extender el reinado del Espíritu Santo. Esta idea le pareció venida de Dios y aceptó secundar los proyectos del Padre Félix. La nueva Congregación nació en San Luis Potosí, el 12 de enero de 1924 y recibió el riego fecundo del Padre Félix, hasta su muerte en 1938, a partir de entonces, la Obra quedó únicamente en manos de la Madre Ana María, quien la impulsó fuertemente, fundando colegios para varones y niñas en diversos lugares de la República Mexicana y difundiendo el espíritu sacerdotal de Cristo, el amor al Espíritu Santo y a María, Madre de la Divina Gracia, en las personas que se acercaban a ella.

Tenemos una tarea confiada por Dios a través de Félix de Jesús y Ana María del Espíritu Santo, es la tarea de promover vocaciones, especialmente al sacerdocio, hacer de nuestras obras apostólicas semilleros de vocaciones donde cada persona pueda encontrar su propia vocación.